Mejor dos puntos que tres
El Atlético podría estar silbando a estas horas. Con el título agarrado de las orejas y pensando únicamente en esa histórica final de Champions que tanto agobio ha generado por culpa del tercermundista sistema de reparto de entradas sobre el que los dueños insisten, como si rodear de colas el Calderón día y noche fuera motivo de orgullo y no de vergüenza. Podría estar el Atlético concentrado ya en eso, celebrando la primera gesta, pero no. Se muerde las uñas.
Todo sería fiesta si al equipo no le llega a entrar el pánico en Levante. Pero también podría vivir peor, porque la Liga está agitando y revolcando sus sensaciones a un ritmo frenético. El Barça un día se aparta y al siguiente vuelve. El Madrid amenaza en un minuto y al otro se retira de la pelea. No hay forma de levantar los brazos. Y menos en el estado actual de la montaña rusa: con el Atlético a dos puntos de ganar el campeonato, pero también en riesgo de quedarse sin él de sólo sumar tres. La contradictoria lógica del fútbol. El Atlético depende de sí mismo y no ha dado señales en todo el campeonato para desconfiar ahora. Pero está el vértigo. Y también el Barcelona, enfermo sin duda, pero con argumentos para sentirse de repente favorito.