La Irlanda de Roche y Kelly
La verde Irlanda se tiñó de rosa para lanzar este viernes la salida del Giro de Italia. Cuando se habla de Irlanda en ciclismo, es inevitable acordarse de dos nombres míticos de los años 80: Stephen Roche y Sean Kelly. En aquella época de adolescencia y juventud, tengo que reconocer que les pillé un poco de manía a los dos. A Roche, porque le ganó aquel Tour de Francia a Perico en 1987. Y a Kelly, porque Unipublic no paró de retocar el recorrido de la Vuelta a España en su favor, hasta que por fin la ganó en 1988. Con el paso del tiempo, más asentadas las hormonas, la predilección por lo propio no me ha impedido admirar a ambos, mucho más allá de las banderas.
La imagen de Roche tumbado en el suelo mientras recibía oxígeno en La Plagne, tras vaciarse para reducir a un puñado de segundos el ataque de Delgado, forma parte de la épica del ciclismo. Una estampa heroica. Ese año, el irlandés logró encadenar victorias en el Giro de Italia, el Tour de Francia y el Mundial. Sólo Eddy Merck ha conseguido también esa gesta, un dato que aumenta todavía más su valor. Roche protagonizó esa temporada excepcional enfundado en el maillot del equipo italiano Carrera, que luego vistieron Claudio Chiappucci y Marco Pantani.
Kelly tuvo un perfil diferente y una trayectoria más variada y dilatada. El gran Sean era una máquina rodante, un devorador de carreras. Dominó las clásicas con tres triunfos en el Giro de Lombardía, dos en la París-Roubaix, dos en la Milán-San Remo, dos en la Lieja-Bastoña-Lieja y una en la Gante-Wevelgem. También era demoledor en las rondas cortas, como demuestran sus siete victorias en la París Niza o tres en el País Vasco. En aquellos años se estrenó el Ranking UCI, que por supuesto se adjudicó en cinco ediciones consecutivas desde 1984. Con este saco de éxitos, a Kelly sólo le faltaba una gran vuelta para redondear su palmarés. Y Enrique Franco, siempre visionario, le dio todos los mimos posibles hasta que se impuso en 1988, un año después de que se tuviera que retirar por un forúnculo cuando era líder a falta de cuatro etapas. El colombiano Lucho Herrera conquistó aquella Vuelta de 1987.
La semilla de los dos astros irlandeses ha ido dando sus frutos. Tanto es así, que un hijo y un sobrino de Stephen Roche han tomado la salida en el Giro: Nicolas Roche y Daniel Martin. Incluso las casas de apuestas les colocaban moderamente entre los favoritos. Eso era antes de partir, claro, antes de que la ley del ciclismo hiciera rodar a Martin por los suelos durante la contrarreloj junto a otros cuatro compañeros. El Giro se ha acabado para Dan antes de haber cruzado ninguna meta. No tiene suerte con las caídas el corredor del Garmin, que ya se accidentó también en pleno ataque en la última Lieja-Bastoña-Lieja.
Entre los favoritos al Giro hay igualmente colombianos, herederos de aquel Lucho Herrera que rivalizaba con Kelly: principalmente Nairo Quintana, número uno en todos los pronósticos, pero también Rigoberto Urán, que ya subió al podio rosa el año pasado. Y también australianos (Evans). Y polacos (Majka y Niemiec). El ciclismo cada vez se globaliza más, se abre al mundo. Y todo ello gracias a pioneros como aquellos dos irlandeses que erróneamente detesté, para luego rendirme a sus pies.