El día que nació la leyenda de Ayrton Senna

Reconozco que no soy demasiado mitómano. Desde luego que siento enorme admiración por muchos deportistas, pero carezco de esa tendencia natural de muchos de elevar a un nivel superior determinadas gestas. He tenido pocos ídolos incontestables a lo largo de mi vida, pero sin duda en esta categoría ocupa un lugar de privilegio Ayrton Senna. Intenta descubrir ahora su figura me parece una tarea baldía, cualquier aficionado al automovilismo conoce perfectamente lo que supuso el brasileño para la Fórmula 1. Hace hoy veinte años que nos dejó y tengo grabada en mi memoria la imagen de su cuerpo inerte dentro de aquel Williams en el circuito de Imola. ‘No, no puede ser…’. Fueron las únicas palabras que logré apenas articular por mi incredulidad delante de la tele.

El 1 de mayo de 1994 murió un piloto y nació una leyenda. Nunca sabremos hasta dónde habría llegado la carrera deportiva de Senna, porque más allá de sus tres títulos mundiales lo que deslumbraba era su talento descomunal. Jamás olvidaré sus primeras vueltas bajo un diluvio en el circuito de Donington en 1993. Quizá ese domingo fui consciente de que era un piloto muy especial, único, irrepetible… Su personalidad también me resultaba cautivadora, así que esa combinación me llevó a tener al brasileño como uno de esos ídolos que mencionaba y que en mi caso podría contar con los dedos de una mano. Hoy, tanto tiempo después, su recuerdo sigue vivo porque la magia carece de fecha de caducidad. Siempre le llevaremos en el corazón…