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Modric ya está libre de sospecha

Siempre sospechamos, por filogermanismo mal entendido (o entendido desde esa fiabilidad alemana con la que crecimos), de las tallas pequeñas, incluso de los cercanos Xavi, Iniesta o Silva. Tuvieron que ganar mucho, todo, para que pasáramos por el aro, para que nos convenciéramos de que en fútbol no da puntos levantar pesas ni coger rebotes. A Modric también le costó entrar en el Madrid, porque aterrizó hecho unos zorros, porque no se adivinaba si era trucha o salmón, mediocentro o mediapunta, y porque dejaba ver poco músculo.

Pero se ha hecho un futbolista multiusos, con quite, con pausa y con jerarquía. También con poca llegada, pero en el Madrid sobran pegadores y escasean los creadores. Su partido de Múnich reflotó la virtud que hizo grande a Redondo en el Madrid: la de jugar sus mejores partidos en los peores ambientes. Y nos recordó que a los futbolistas se les mide por su personalidad y no colgándoles del dinamómetro.