LA F-1 no debe cambiar sus normas
Por mucho que Ferrari, a través de su mediático presidente, se haya lanzado a una cruzada que no les deja en muy buen lugar, sinceramente encuentro difícil que la Federación Internacional de Automovilismo consienta esos cambios de normas que reclaman desde Maranello, quizá también desde algún equipo más. En primer lugar porque resultaría absolutamente arbitrario y por tanto vergonzoso para el deporte, un ataque en toda regla contra los principios de equidad que deben regir cualquier competición. Como bien señalaba al respecto Jean Todt, el presidente de la FIA, los ingenieros de las escuderías y de los proveedores de motores conocían desde hace casi un lustro cómo iba a ser esta nueva Fórmula 1, así que resulta bastante extraño que sólo sea ahora cuando protestan al respecto.
Por otro lado, una modificación en la normativa supondría un misil en plena línea de flotación de las ambiciones de Mercedes, de la escudería de su propiedad y también de las otras a las que facilita sus motores, ahora más cualificadas que nunca como se pudo refrendar en Bahrain. Y la F-1 no quiere, no debe y no puede permitirse el lujo de enfadar a Mercedes-Benz. Así de simple. La marca alemana necesita con urgencia resultados, especialmente títulos, y ahora que se encuentra en la senda de esos objetivos nadie, empezando por Todt, va a tener el arrojo de ponerles palos en los radios. Sobre todo porque lo único que han hecho es un trabajo mejor que el resto, así que penalizar ese esfuerzo y acierto sería tan injusto como escandaloso.