Premier: decisiones amateurs en un mundo profesionalizado
Metáfora. Cuenta Aurelio de Laurentiis, excéntrico presidente del Nápoles, una historia que le sirve para explicar las condiciones en las que su club debe competir; primero mira a su interlocutor con ojos penetrantes y luego expone: “Amigo, si usted tuviera 20 kilos de tomate, 15 litros de aceite de oliva, varios puñados de BASIL, 20 ajos, 10 cebollas, ¿podría hacerme un plato de pasta? Claro que sí. Así funciona el United, el Chelsea, el City. Les sobra de todo. Yo debo hacer pasta con un poquito de aquí, otro poquito de allí…”. No le ha ido mal (el Nápoles de Benítez volverá a estar en Champions y está en la final de copa), pero también expone otra realidad: la de aquellos que tienen todos los ingredientes pero no siempre son incapaces de hacer pasta, aturdidos por el exceso que a veces provoca decisiones. Ocurre en la Premier, jardín de clubes ricos.
Ejemplo. La elección de entrenadores (mánagers en su mayoría, es decir, con un poder de decisión tremendo) es por lo general de lo más amateur. ¿Habría un cazador de talentos sugerido a Moyes para reemplazar a Ferguson? Lo hizo bien en el Everton con un presupuesto limitado y en un club con poca ambición, pero sus participaciones en Europa fueron escasas y con poco éxito, nunca luchó por el título y nunca se gastó más de 17 millones en un futbolista. Sin embargo, Ferguson le escogió meses después de decirle a Guardiola cara a cara que no tenía intención de retirarse.
Relaciones. Neil Warnock, veterano entrenador inglés, confirma en su libro ‘The gaffer’ (El míster) que, en el fútbol inglés, todo depende de a quién conoces: “lo que funciona es el bocaoído”. El proceso de elección de directivos en el mundo real es más minucioso. Así se producen elecciones como la de Di Canio, de tendencias fascistas, al que le dieron el Sunderland, equipo obrero como el que más.
Ilógico. La llegada de Mel a Inglaterra tiene un punto de ilógica. El West Brom, que sólo lleva una victoria desde que aterrizó, no tiene las características que a Mel le gusta tener en sus equipos hasta tal punto que los jugadores le han pedido que arriesgue menos con la salida del balón y alguna otra estrategia. Iba a venir con sus colaboradores pero al final llegó solo: siempre le iba a costar trabajar con un cuerpo técnico nuevo a la vez que aprendía el idioma. Cuando se producen elecciones urgentes, el que sale perdiendo es el propio entrenador: como no enderece el rumbo, se le acusará del fracaso, cuando en realidad quizá nunca se produjeron las circunstancias ideales para su éxito.