OPINIÓN

Tener razón

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Odio citarme. Por suerte, tengo mala memoria. Sus cotilleos estarán a salvo conmigo porque los olvidaré mañana. Al grano. Antes del primer Clásico de la temporada, aludí a la crisis del Barcelona. La argumentación era delicada porque el Barça se había proclamado campeón de Liga en la temporada anterior, y con un asombroso registro de cien puntos. En contraste, había sido vapuleado por el Bayern en la Copa de Europa. Mi sensación, y así traté de explicarlo, es que el Barcelona ganó la Liga porque el Madrid se afligió demasiado pronto y porque los dos grandes pueden ganar a 15 equipos de Primera con un brazo atado a la espalda. La Champions es una competición menos mentirosa.

Como todo el mundo recordará, el Barcelona venció al Madrid en el Camp Nou por 2-1. Para mayor menoscabo de mi credibilidad, Alexis, al que no considero un delantero del nivel del Barça, marcó un gol fantástico. Mi previa, más que nunca, sirvió para envolver bocadillos, aunque algunos hubieran deseado envolverme a mí con ella, tipo Tutankamón (dígase Tutanjamón).

Superado el bochorno, la Liga evolucionó y del dominio del Barça pasamos a su progresivo deterioro, culminado con la derrota en Valladolid. Una vuelta después, sus seis puntos de ventaja se habían convertido en cuatro favorables al Real Madrid. Una vuelta después, yo había tenido razón: la crisis del Barcelona era un hecho indiscutible. Si no me jacté de ello (no demasiado) fue por mi proverbial elegancia y mi patética memoria. Hasta que se disputó un nuevo Clásico.

En mi previa del pasado domingo reincidí en mis argumentos por simple coherencia o por pura cabezonería, ustedes tendrán su propia opinión. Insistí en la decadencia, destaqué el talento de un equipo capaz de ganar dos títulos en crisis y comenté que el Barcelona todavía tiene poder sobre el presente, pero ya no controla el futuro. O dicho de otro modo: sostuve que podía ganar al Madrid en el Bernabéu o en la final de Copa, pero no aspirar a metas de mayor recorrido como la Liga o de mayor exigencia como la Champions.

También hablé de fin de ciclo, y no sólo por percepción extracorpórea. En la próxima temporada el Barça ya no contará con Valdés, Alves o Puyol, y dudo que pueda seguir contando con Xavi (metáfora del espíritu en declive), jugadores esenciales en el equipo campeón de los seis últimos años y de los 16 títulos. La inaplazable renovación nos situará, muy probablemente, ante un equipo con otra personalidad. Otro ciclo, en cualquier caso.

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Cuando Iniesta marcó el domingo, dejé de tener razón. Cuando empató el Madrid recuperé algo de crédito y en el mismo instante en que Benzema adelantó al Madrid volví a ser portada de la revista Time. Tuve razón 21 minutos, lo que no está nada mal. Y la disfruté de nuevo en otro delicioso intervalo de 13 minutos más. Después, al ritmo del silbato de Undiano (y no digo que él tuviera la culpa), pasé vertiginosamente de paria a pariolo, para convertirme, por fin, en protagonista único de la portada de la prestigiosa revista Timo.

Hoy lunes, desde primera hora, me ofrecen las hojas que escribí para que con ellas pueda guarecerme de la lluvia y del oprobio. Hoy no tengo ni crédito ni razón. Sólo me queda una única salida: esperar a mañana. O a la semana que viene. Entonces veremos.

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