Denuncian a urgencias de la Policía que lo del United es un crimen
Llamada. Hace unas semanas un aficionado del Manchester United llamó al teléfono de urgencia (en Inglaterra, el 999) porque quería hablar con Sir Alex Ferguson. Preocupado por la irregular temporada del equipo, que podría caer en Champions ante el Olympiacos, fuera de las competiciones de Copa y lejos también de los cuatro primeros de la Premier, se le ocurrió llamar al 999 en busca de una solución de emergencia. Digo preocupado pero se me pasó añadir una cosa: también totalmente borracho. —Hola, llama a la Policía, ¿cómo puedo ayudarle? —Sí, ¿podría hablar con Sir Alex Ferguson, por favor? —No, esto es el 999 me temo, no, no puede —Sir Alex… otro resultado malo, incluso con 30 minutos de prórroga y jugamos fatal, es todo una basura. —Oiga, ha llamado al 999, a la Policía. ¿Quiere denunciar algún crimen? —Eso, un crimen, sí, quiero denunciar un crimen. —¿Qué crimen? —El crimen que es ahora el Manchester United. La Policía puso en su página de Facebook el audio de la conversación y un recordatorio: aunque una derrota del equipo puede ser “deprimente”, el 999 es para emergencias de las de verdad. No era la primera vez que ocurre: la temporada pasada, otro hincha del United llamó al 999 para denunciar que la tarjeta roja de Nani en el encuentro de Champions contra el Madrid era un “crimen”.
Historias. A menudo se cuentan historias de este tipo que tienen que ver con el uso ocioso y exagerado del alcohol, un deporte nacional en el Reino Unido: no se bebe para disfrutar, sino para sobrepasar límites. Pero esa costumbre imposible de erradicar no se queda en la grada. Todavía existen casos de futbolistas profesionales que no son capaces de detener el avance del alcohol que acaba conquistando cada esquina de su vida, la privada y la profesional. ¿Recuerdan a Roy Carroll, el exportero del Manchester United? Fue fichado por casi tres millones de euros pero acabó en una clínica de rehabilitación. Hoy es suplente de Roberto en el Olympiacos de Míchel.
Límites. Más de un entrenador europeo se ha encontrado en la disyuntiva de poner límites a ese comportamiento. Hace unos meses, uno de ellos llevó a sus pupilos a España a pasar una semana juntos. Tras tres días, los jugadores, en su mayoría ingleses, se rebelaron: creían que iban de vacaciones en medio de la temporada, como hacen muchos otros equipos. El entrenador dejó que un par de noches el grupo se relajara. El jugador británico es el más comprometido del mundo, el que se daría de bruces con una pared si su mánager se lo pide. Son los que mejor compiten. Pero sin válvula de escape, sufre.