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Mercedes quiere sacarse la espina

Parece innecesario recordar que Mercedes-Benz es una de las grandes empresas automovilísticas mundiales, un gigante industrial que fabrica productos asociados a conceptos como calidad, fiabilidad, rendimiento, prestaciones e ingeniería de vanguardia. Una de esas marcas que ahora se denominan ‘premium’ y que busca la excelencia como un compromiso ineludible hacia sus clientes. Precisamente bajo esa premisa de exigencia máxima regresaron en 2010 con su propia escudería a la Fórmula 1 (ya estaban suministrando motores) y con el único objetivo de la victoria. No puede ser de otro modo cuando se pone sobre el tapete de juego el prestigio y solvencia de una compañía de bandera, asumiendo todas las incertidumbres propias de la competición.

Como suministrador de motores su palmarés es destacable, pero Mercedes quiere sacarse la espina de ganar con un coche que lleve su nombre, en el que todo el protagonismo corresponda a su famosa estrella de tres puntas sin compartir la gloria con una escudería de grandes premios. El desafío, obviamente, nunca es fácil y ha habido ejemplos de otras reputadas marcas que han salido escaldadas del intento, desde BMW a Toyota pasando por Honda. De ahí el empeño de la marca de Stuttgart por triunfar donde otros han fracasado y este año quizá tengan los mimbres adecuados para estar más cerca que nunca de conseguirlo: una revolución tecnológica sin precedentes en la que sus ingenieros pueden lucirse como se espera de una empresa de su categoría.