NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

El día que Rosell fue a por tabaco

A Josep Maria Bartomeu le ha tocado estar en el mejor sitio en el peor momento. Hace tiempo que el invierno da signos de instalarse en el Camp Nou, pero ahora que es cuando el mar pasa de marejadilla a marejada, es cuando el segundo de a bordo tiene que asumir el mando. El capitán de la nave ha saltado por la borda. No ha mediado por medio ni el Motín de la Bounty (como el que Rosell protagonizó al frente de sus directivos en la era de Laporta) ni un hundimiento tipo Costa Concordia en el que el comandante se fue a su casa por las buenas al ver el desastre consumado. En el Barça todo ha sido mucho más sutil. Lo han hecho tan civilizadamente que cualquiera diría que un día Sandro salió a por tabaco y dijo: “Barto, aguantame esto que ahora vuelvo”. Pero Sandro no va a volver. Amenazaron a su familia y dijo basta. Motivo más que suficiente para irse. La presidencia no se mantiene a cualquier precio. Mientras, Bartomeu se debate entre ser una Penélope que espera amorosa el regreso de Ulises o una Clitemnestra que tiene un plan para cargarse a Agamenón si regresa un día de la guerra. El eterno debate: O mejoras lo que heredaste o añoras lo que perdiste.

Bartomeu ha heredado un trono sin buscarlo y trata de gestionarlo de la mejor manera posible. Su antecesor no se lo ha puesto fácil. De entrada, porque le ha dejado en herencia unos contratos con Qatar que difícilmente pueden romperse y luego porque debe gestionar un equipo que debe renovarse a fondo. Pero la firma de las bajas que se den y la responsabilidad de reemplazar a los héroes será la de Bartomeu, no la de Rosell. El nuevo presidente ha recibido un caramelo envenenado que depende únicamente de que la pelota entre en la portería.