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Dignidad de los capitanes

Los capitanes llegan a esa dignidad por ser ejemplares en el campo, por usar la experiencia a favor de la estabilidad de las relaciones entre el equipo y el club, por interpretar adecuadamente los intereses de los futbolistas. Pasó con Pep Guardiola y con Carles Puyol. Tuvieron el raciocinio adecuado para saber que eran capitanes para cumplir esas funciones, y que por eso mismo, también, tenían que ser ejemplares en el campo. A Guardiola se le escuchaba hablar en el curso de los partidos, pero su discreción fue legendaria, hasta su despedida definitiva. Dijo, tan solo, “si sigo nos haremos daño”. A Pep le abrieron una herida mucho atrás, cuando la directiva de entonces precipitó con una falta enorme de pericia el fichaje de Figo por el Madrid. Por dentro fue la procesión.

A Puyol aquella travesía tan nefasta del club también le dejó una herida que a punto estuvo de echarlo en brazos de un equipo que en España es su principal adversario. Se quedó azulgrana y ahí afrontó la tarea de capitán con una corrección radical. Ahora se recuerda cuando interrumpió la celebración bailada de un gol de su equipo en Vallecas. Fue un ejemplo, nada más; en todo lo demás, hasta en sus silencios, la dignidad de Puyol fue ejemplar.