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Bale, en la dinámica del grupo

Qué bien compite el Madrid a partir de una alineación definida. Y en un equipo serio, lleno de equilibro (esa palabra que suena aburrida pero que es clave), el talento se beneficia del orden. El trabajo de Di María, su capacidad de romper líneas y aumentar el ritmo, la gobernabilidad de Modric, la capacidad defensiva del conjunto, su balance entre ataques basados en la posesión y los contraataques, y la movilidad y confianza de Benzema le hacen complicadísimo para sus rivales. Sea el Schalke, flojito, o sea quien sea. Y ni hemos mencionado a Cristiano.

En ese espacio ordenado es más fácil que destaquen los que más calidad tienen. Bale, por ejemplo. Se le ha acusado, con razón, de no participar suficientemente del juego, de olvidarse de correr hacia atrás. Es verdad que las estadísticas han enmascarado algunas sensaciones contrarias, y que el control de su cuerpo le impide hacer locuras con las que se pueda identificar el público. Pero tiene muchas cosas que le harán triunfar: se ajusta con modestia a lo que propone Benzema y Cristiano (cuando el portugués decidió jugar por la derecha por donde se creaban más ocasiones, Bale, ya con 0-2, se fue al lado contrario). Participó en cuatro de los seis goles, donde mostró tener salida por los dos lados, además de potencia y disparo, incluso visión en el tercero, y estuvo, esta vez sí, muy de acorde con la dinámica del equipo. Ahora debe seguir en esta línea en partidos de más enjundia.