Finney, el mito inglés que debería estar en una selección histórica mundial
Un crack. “Cuando veo a Messi, cierro los ojos y veo a Tom Finney”. Habrá quien piense que Tommy Docherty, futbolista de aquella era, exagera. Pero no. Al margen de Best, Moore, Charlton y Matthews, no hay otro futbolista británico por el que se sintiera tanta devoción. El ‘fontanero de Preston’ (su padre le obligó a aprender la profesión por si lo del fútbol no le salía) murió la semana pasada a los 91 años y desde entonces se le está despidiendo con los honores que merece. De él dijo Bill Shankly, “podría haber sido un grande en cualquier equipo, en cualquier partido y en cualquier era. Incluso vistiendo un abrigo”.
Similitudes. Como Leo, es de familia modesta, sienten una pasión profunda por el club de su ciudad (Finney nació a una calle del estadio del Preston North End donde jugó toda su carrera), y ambos empezaron en banda pero acabaron participando en una posición más centrada (Matthews ocupaba el extremo derecho con la selección y la versatilidad e inteligencia de Finney le permitía jugar en cualquier lugar del ataque, incluso de nueve pese a ser de baja estatura). Ambos aterrorizan defensas con sus eslalons, amagues y regates. Los dos, tímidos, introvertidos. Podría argumentarse que Tom Finney, como mínimo, debería estar en el banquillo de una selección mundial histórica. Aunque sólo ganara un título: el de Segunda División en el 1950-51. Debutó en Primera a los 24 años en 1946, ya que su carrera fue ralentizada por la Guerra Mundial. Marcó 30 tantos en 76 partidos con Inglaterra y 187 en 433 encuentros de liga con el Preston, principalmente desde la banda derecha. “Para dictar el ritmo y el destino de un partido, un futbolista debe poseer un montón de cualidades extraordinarias. Los que han conseguido esa influencia de un modo habitual pueden contarse con los dedos de una mano: Pelé, Maradona, Best, Di Stéfano y Tom Finney”. Lo dijo Stanley Matthews. Ahí faltan sólo Zinedine Zidane, Cristiano Ronaldo y Lionel Messi.
Ofertón del Palermo. Finney fue el jugador británico más completo de la historia. Y así se lo reconoció el príncipe italiano Roberto Lanza di Trabia que le hizo una oferta irrechazable para jugar en el Palermo: 12.000 euros por fichar, 150 al mes, 120 de bonificación por partido, una casa con vistas al Mediterráneo, un coche deportivo y los viajes que deseara a Preston. Por aquel entonces, Finney ganaba 60 euros al mes, que se reducían a 50 durante los meses de verano, además de 3 euros por victoria y 2 por empate. Además se vio obligado a abrir su propio negocio de fontanería para ganarse bien la vida. Tom dijo que sí. El Preston, que no. Y en esa época, los jugadores eran esclavos de las decisiones de sus clubes...