El fútbol en las redes sociales o el respeto en el patio de una cárcel

Respeto al aficionado. El miércoles el Manchester City de acuerdo con la Premier League suspendió su partido ante el Sunderland a causa del temporal que asolaba esa zona de Inglaterra y que obligó a cortar carreteras dificultando el acceso al estadio de miles de aficionados. Es fácil hacer la comparación con lo que hubiera pasado en España en la misma situación. El partido se hubiera jugado porque estaba programado por la tele, Aquí, al último que se tiene en cuenta es al aficionado que va al campo, porque en la cuenta de beneficios de los clubes se prioriza más al seguidor de sofá que al hincha militante. Pan para hoy y hambre para mañana porque la afición al fútbol nace en los campos no en el salón de casa comiendo palomitas.

¿El cliente siempre tiene la razón? El hermoso ejemplo de Inglaterra es una excepción en el respeto que deberían tener los actores respecto al público, que lamentablemente no es lo más habitual. Y mucho menos en España, donde los horarios parecen estar planificados por alguien que odie el fútbol y ame el negocio. Pero también hay que preguntarse si los aficionados también respetan a los actores.

Maltrato mutuo. El uso masivo de las Redes Sociales ha permitido una interacción entre protagonistas de la noticia y consumidores de la misma que era impensable hace pocos años. Más allá de alimentar el debate, esta interacción nos está llevando a una deriva de insultos y de maltrato mutuo que no promete nada bueno. Twitter en especial se ha convertido en un patio de prisión lleno de intimidadores en el que el insulto es gratis y donde se trata de acosar al que no opina como tú. La ley de la selva, con la diferencia de que en la selva hay que enfrentarse cara a cara y que la Red es el paraíso del cobarde emboscado con la cerbatana.

Todos culpables. De este estado de excitación no somos ajenos los periodistas, que ya de por sí somos unos seres pendencieros a los que nos gusta más una buena discusión que a un analista de orina una visita a una gran vuelta ciclista. Si algo ha quedado claro en esta etapa de explosión de las Redes Sociales es que la ironía se entiende mal y que lo escrito no puede borrarse. Por tanto, lo mejor sería aceptar como evangelio el ejemplo del City y empezar a respetarnos todos.