¡Viva el espíritu de Slaughter!
Este Madrid no es sólo un equipo campeón. Es una familia sin fisuras. Da gusto ver la sencillez con la que estos chavales festejaron esta Copa conquistada a base de fe y bemoles menorquines (¡El increíble Llull!). En la noche triunfal empezaron la fiesta en el Asador de La Esquina, con esas maravillosas vistas al Bernabéu que tanto motivan a los pupilos de Laso (casi todos son futboleros). Y ayer siguieron con el sano jolgorio visitando el Ayuntamiento y la sede de la Comunidad. Protocolos institucionales al margen, lo bello fue ver la reacción de algunos jugadores. Me quedo con un teórico actor secundario: Slaughter.
Este pívot nacido en San Leandro (California) hace 28 años, se ha ganado a la afición por su naturalidad y su madridismo confeso. Nada más bajar del autobús en la Puerta del Sol se fue espontáneamente hacia los aficionados congregados allí y saludó a todos con el entusiasmo de un crío. Arriba, en el balcón situado cinco metros más abajo del famoso reloj con el que los españoles comemos las uvas en cada Nochevieja, Slaughter se dejó de formalismos y empezó a abrir sus brazos hacia la afición y a cantar el “Campeones, campeones”. Slaughter me recuerda a Wayne Robinson, otro poste bajo de los años 80 que daba en cada partido un cursillo en defensa de anticipación y en agresividad reboteadora.
En este Madrid nadie se lo cree a pesar de llevar tres títulos consecutivos sin fallo (Liga ACB, Supercopa y Copa del Rey). El espíritu isleño de los dos Sergios (Llull de Menorca y el Chacho de Santa Cruz de Tenerife) mantiene la calma entre tanto éxito. Felipe Reyes, capitán imperial, también lidera la templanza. Saben ganar. Otro título más.