Con el cerdo se inició la Aventura
Los amigos de Amieva (Asturias) han tenido la amabilidad de invitarme a dar el pregón de su fiesta de la matanza, lo cual me ofrece un doble placer: volver a caminar por los magníficos paisajes de Picos de Europa y disfrutar de la que seguro va a ser una estupenda fiesta gastronómica. Soy de un barrio de Madrid, aunque con alma de pueblo, donde no hay cerdos, al menos de los que se pueden comer, por lo que no he conocido de primera mano lo que es esa fiesta donde se mezclan placer, rito y espíritu de pertenencia a una comunidad, y me gusta mucho viajar a un país, Pakistán, donde ni siquiera existen pues el islamismo los tiene tajantemente prohibidos. Así que mi relación con tan suculento animal se circunscribe a admirar “hasta sus andares”, como dice Carlos Arguiñano. Para nuestra cultura el cerdo es casi un tótem que va más allá de lo puramente alimenticio para permear nuestra cultura de las más variadas formas, desde demostrar, hace siglos, que se era “cristiano viejo” colgando bien visibles en la casa chorizos y jamones, a protagonizar celebraciones populares, donde se comparte lo poco o mucho que se tiene, como la que me aguarda en Amieva. No en vano, esta preeminencia del cerdo hunde sus raíces en nuestros inicios como civilización.
En su libro “Armas, gérmenes y acero” el biólogo Jared Diamond contesta a una pregunta obvia pero que casi nunca nos planteamos: ¿por qué fueron los europeos a conquistar Europa y sin embargo los americanos no invadieron Europa y Asia? Y parte de la respuesta está en el cerdo y en otros animales, como el caballo, la vaca o la oveja, que se encontraban en estado salvaje en este lado del Atlántico y que nuestros antepasados lograron domesticar hace miles de años. Además, la estrecha convivencia con esos animales a lo largo de los siglos no sólo les proporcionó alimento abundante y de calidad sino que también les acabó inmunizando contra multitud de enfermedades. Ambas circunstancias cimentaron sociedades cada vez más amplias y estables donde hubo tiempo y talento para desarrollar la tecnología, la ciencia y también el espíritu de aventura que llevaría a los más audaces a explorar lo desconocido cada vez más lejos hasta encontrar un Nuevo Mundo, llevándose con ellos, por supuesto, caballos, vacas, ovejas o cerdos. Con esos animales se cambiaría el mundo. Solidaridad, comida para todo el año, convivencia y espíritu de Aventura. Sí, sin duda hay muchas y buenas razones para celebrar la fiesta del gocho en Amieva.