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Por qué es ingobernable la ACB

Dos cosas estaban cantadas: que la ACB caería a consecuencia de un sistema de competición que no interesa al aficionado —¡ay, si el Madrid no mantuviera la atención con sus récords!—, y que tocaría fondo económicamente en cuanto desaparecieran las subvenciones públicas. Ambas cosas se han cumplido, y la verdad ha salido a relucir: primero, a las televisiones no les atrae la competición ACB; segundo, eso de que se trata de una liga profesional es mentira, porque es incapaz de vivir con los ingresos que genera. La ACB se mantiene con los veinte millones a fondo perdido que cada temporada destinan el Madrid y el Barcelona a sus secciones de baloncesto y con los seis millones de Endesa a cambio del nombre de la Liga.

Estas tres patas son precisamente las que hacen ingobernable la ACB. Por un lado está el Madrid; por otro, el Barcelona. Independientes económicamente ambos, a lo que diga el uno se opondrá el otro. Ambos tienen la influencia necesaria sobre unos cuantos clubes afines que permiten bloquear cualquier acuerdo. Luego aparece Endesa, que se ha cansado de no tener voz ni voto y se quiere hacer escuchar. Pero el dinero que reparte entre los equipos no le da para mandar. Por si faltara algo, hay que añadir el influjo que ejerce el poder político sobre algunos clubes al ser propiedad de ayuntamientos. Asambleas, comisiones, votaciones, reuniones, dimisiones, ahora Foro Consenso ACB... La ACB huele a cadáver y habrá que inventar otra cosa.