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Courtois y la suerte de los grandes

Tantos años disparando al aire sin ton ni son y el Atleti hizo triple blanco por casualidad en el momento idóneo. Y aquí está: en lo más alto. Tres de sus pilares (Simeone, Diego Costa y Courtois) lo son cuando sólo se esperaba de ellos que tapasen agujeros. Con la grada de uñas, en el Cholo se buscaba a un ídolo más que a un técnico; se encontró un mago. El delantero no estaría de no haberse destrozado la rodilla en 2011, cuando ya estaba atada su marcha al Besiktas. Y el belga llegó como suplente y bajo sospecha: un desconocido para suplir a De Gea, la joya de la casa, y, además, cedido. ¡Sacrilegio!

Buena parte de la afición repetía que era mejor apostar por Asenjo que seguir fogueándole al Chelsea un chaval que duraría un suspiro. Ay, los prejuicios. El (para mí) mejor portero del momento lleva tres temporadas, ha jugado 193 partidos con el Atleti y quiere seguir. De Gea aguantó dos años y 84 encuentros. Courtois nos recuerda dos verdades fundamentales: que el amor no siempre vive en el patio de casa y que todo gran equipo necesita golpes de suerte en su gestación. El Barça fichó a Ronaldinho al perder a Beckham y debatió entre Guardiola y Mou; el Madrid usaba a Del Bosque de bombero... En el Atleti, el viento a favor se hizo esperar, pero llegó un huracán. Para los demás.