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Marco Reinike es feliz en Antofagasta

Cada vez que oigo hablar de Antofagasta veo barro, mucho barro. Hago un flashback en el que se me aparece Cyril Despres, con el rostro desencajado y cubierto de chocolate. Y su KTM protestando por lo que le habían hecho pasar. Fue hace dos años y en este Dakar no hay barro, o no tanto, tampoco hay rastro del campeón francés, que en su estreno con Yamaha no está donde debiera: luchando por el título. Aquella famosa etapa unía Copiapó y Antofagasta, en la de ayer los pilotos llegaban desde Calama. A Antofagasta la apodan La Perla del Norte, pero ni siquiera eso cautiva a los participantes del Dakar, que bastante tienen con lo que tienen. Bueno, para ser sinceros, poder escaparse unos metros del vivac y respirar a sal, al Pacífico, disfrutar de ese arco de roca sobre el mar que es ‘La Portada’, alegra el cuerpo aunque sólo sea unos minutos. Lo pudo hacer Marco Reinike, piloto antofagastino, con el cuerpo aún traqueteando tras vérselas con un Mini en plena ruta. “Iba surfeando por las dunas, pisteando fuerte y cómodo en terrenos conocidos. Y de pronto un Mini me chocó provocándome el susto de mi vida, casi me mato”, decía Reinike, cuyo objetivo es acabar entre los 50 primeros. Marcha 55º. El reto está al alcance de la mano, aunque ojito con los Mini. Reinike no se quedó con la matrícula, ni con el color. Bastante tenía con no irse al suelo.

‘Dicciodiario’: Julepe. Susto. Se lo llevó Reinike, pero también Jeremías Israel, quien chocó con una roca en el kilómetro 114 de etapa de ayer y tuvo que abandonar. El peligro viaja de chileno a chileno.