Un Dakar cada vez más lejano

Por sexto año el Dakar se disputa en Sudamérica. África se convirtió en un territorio demasiado hostil para seguir celebrando allí la carrera. Ya nos vamos acostumbrando al cambio. En Argentina y Chile hemos descubierto desiertos muy parecidos a los de África, aunque el Dakar va perdiendo parte de su personalidad y de su esencia con el tiempo. Atrás quedaron las imágenes de los vehículos saliendo de París en sus inicios, o de cualquier otra ciudad que comprara la salida después. Unos cuantos años vimos la carrera pasar por España, y aunque fuera neutralizada resultaba todo un espectáculo. Era también en fechas más adelantadas que ahora, para beneficiarse de que en Navidades no hubiera más que el Dakar.

Esa fue una de las causas de su popularidad, porque la carrera no tenía competencia con ningún otro acontecimiento. Salía en plena Navidad, y el fin de año pillaba ya en África. Como no había prácticamente ninguna otra cosa, el seguimiento era enorme. Las imágenes de la prueba atravesando selvas, ríos y desiertos se convirtieron en un clásico, y los nombres de Vatanen, Lartigue, Schlesser, Neveu, Auriol, Lalay o Peterhansel se hicieron familiares. Las posibilidades de victoria de los nuestros eran nulas en coches, mientras que en las motos seguíamos día a día las peripecias de Mas y Arcarons. Después acabamos ganando el Dakar, pero al tiempo la carrera se nos alejaba en fechas, en distancia y en huso horario. Ahí hemos perdido.