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El destino quiso darle la espalda

Coincidí con Ricardo Tormo en tres o cuatro ocasiones, así que no puedo decir que le conociera personalmente. Cuando llegué a los grandes premios como enviado especial de AS, habían pasado cuatro años desde el accidente que le costó su carrera deportiva. Le vi correr por la tele y después me hablaron de él pilotos con los que compartió pista, sobre todo Ángel Nieto. Y sus comentarios refrendaron mi sensación previa, la de un hombre honesto y valiente a quien el destino le dio la espalda. Sus dos títulos mundiales avalaban su talento, pero pudieron, debieron, ser más...

La suya fue una tragedia propia de una España en la que nos quedaba mucho por recorrer para ser el país que hoy conocemos, incluso pese a la brutal crisis que hoy nos golpea. Tormo tuvo que probar aquella Derbi en un polígono industrial, porque no era fácil encontrar un escenario más apropiado. Lo que ocurrió a continuación fueron sólo las consecuencias de tan adversa circunstancia, un coche que se cruzó en su camino y una recuperación que nunca llegó a ser la deseable, hasta el punto de acabar con su vida hace ahora quince años. Bautizar el circuito de Valencia con su hombre nos recordará para siempre su figura pero también que hace no tanto algunas cosas eran muy diferentes, mucho peores…