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Un revival memorable. Los vimos aparecer por la sala de encuentros de AS-El País y la sangre se me empezó a revolucionar por la emoción. Por la Puerta del Príncipe iban apareciendo Santillana, Buyo, Poli Rincón, Camacho (¡y cierra España!), Señor, Sarabia, Víctor Muñoz, Carrasco y el maestro Rafa Gordillo. Nueve de los once héroes del Españazo del 83. Ese 12-1 a Malta sigue fresco en nuestras memorias por muchos motivos. Primero, porque fue de las primeras veces en las que la Selección nos hizo sentir a los de mi generación ese fervor patrio que sufría úlceras habituales en esos malos tiempos para la ahora llamada Roja (el gol de Katalinski en Francfort, el no gol de Cardeñosa, el deprimente Mundial de 1982 en nuestro país...). Segundo, porque en diciembre del 83 el pueblo estaba de bajón anímico por el terrible accidente que el día 7 aconteció en Barajas, donde la colisión entre un Boeing 727 de Iberia y un McDonnell Douglas C-9 de Aviaco dejó un saldo de 93 muertos. Entre ellos José María Cagigal, uno de los dirigentes deportivos españoles más prestigiosos de la época. Además, cuatro días antes aconteció el trágico incendio de la discoteca Alcalá 20. Pero Miguel Muñoz y sus 12 héroes (Marcos Alonso jugó los últimos minutos) nos devolvieron el orgullo de ser español y la alegría por vivir en aquellas dos horas de locura, donde lo imposible fue un muro derribado a base de coraje, bemoles (sobre todo los de Rincón) y españolía.

La fe de Poli. De las cinco deliciosas horas que pasamos con ellos, me quedo con la unanimidad en señalar a Rincón como el artífice de la gran remontada. “Sólo él creía antes del partido en que pudiéramos meterle once a los malteses. Y encima fueron doce tras el autogol que nos metimos. Pero Rincón lo veía claro. En el autobús gritaba y se golpeaba el pecho como un loco. Su fanatismo nos terminó contagiando a todos”. Imagino a un tipo reflexivo y tan comedido como Carrasco digiriendo ese torbellino capaz de saltar seis metros sin pértiga. De hecho, Rincón metió cuatro goles, Carrasco ninguno (no le pregunté a mi amigo Lobo por eso para no deslucir la fiesta). Retrocedamos al 83. Yo botaba de alegría en casa junto a mi padre, muy descreído ante las pocas alegrías que le había dado España. Y llegó el gooooooooooool de Señor (gallo incluido de José Ángel de la Casa). Y apareció el profe Azuara y le puso la alcachofa a Muñoz, sumido en estado de éxtasis: “¡Creo que ahora les metemos otros tres!”. Y la gente invadió el campo. Y En los hogares de la piel de toro nos pellizcábamos. ¿Será verdad o esto es un montaje? Pues no. Fue todo verdad. Santillana nos aclara, en la festiva tertulia gastronómica en el restaurante Las Estaciones de Juan, que “los malteses debían ir primados por los holandeses. Se quitaban la pelota de encima como podían y discutieron entre ellos al final”.

Factor Labi. El Labi es el señor que hay a la derecha de la foto pegada a este párrafo (al lado de Víctor Muñoz). Si llega a jugar en aquella época, mete otros cuatro goles como Rincón. Es el hermano de Camacho (“mi Camachín”, como dice él) y logró con su verborrea desatada y sus anécdotas irreproducibles animar una celebración que tardaremos en olvidar. Estar treinta años después con estos héroes fue un privilegio. Ellos empezaron a escribir la historia de la España futbolística triunfal, que tres décadas después ha desembocado en el Mundial y las dos Eurocopas. Ellos empezaron la juerga. A ellos les debemos tanta felicidad. ¡Gracias jabatos!