Así que pase un siglo
Tiene razón Marcelino, el entrenador que sigue en el Villarreal la estela de Pelegrini. El Barça de Guardiola no se verá en un campo ni en un siglo. A lo mejor se sigue viendo en Múnich, pero el Bayern, ay, no es todavía el Barcelona, ni para lo bueno ni para lo malo. Lo malo de comparar, en todo caso, es que así te pierdes muchas sensaciones que son propias del fútbol. Una, que por una vez, y es extraño que suceda, la afición azulgrana no se rindió a la pesadumbre cuando el Villarreal empató el primer gol de Neymar. A mí, particularmente, me produjo un escalofrío porque me acordé de épocas, bien recientes, que ocurrieron con Rijkaard, con Pep, en que el equipo se desfondaba ante algún contratiempo, y en ese espesor caía también la grada.
Pero hay algo en el Barça de Martino (y de Neymar, y de Xavi, mientras se espera a Messi, al menos) que lo distingue de otras épocas y que se puso de manifiesto primero en Cartagena y después ante el Celtic de Glasgow. Ese Barça de patio de colegio que no se rinde ante la adversidad, que no contagia al graderío del viejo pesimismo azulgrana, sino que recupera la alegría y la contagia jugando al fútbol clásico se acerca a épocas que Guardiola predicó desde su sitio en el campo.
Eso y que Neymar alegra hasta a las piedras es lo bueno de este Barça que debe esperar, según Marcelino, un siglo para ser el que fue.