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Cuando el abuso acaba en ruina

Sirve de poco poner las entradas a más de cien euros si al final vendes quinientas. Ese era el panorama ayer en Pamplona. ¿Y si se hubieran vendido tres mil poniéndolas a treinta euros? Exacto. Habrían recaudado ya casi el doble. No hay que ser muy listo, ni muy original. En Alemania llevan años reventando los estadios con esa política de precios bajos. Aquí nada. Un amago de la Real Sociedad y poco más. Y además logran cabrear durante meses al aficionado porque el abuso mayor llega, lógicamente, cuando visitan su estadio los dos grandes de nuestro fútbol, Madrid y Barça. Ahí ya se quitan la careta. Sin disimulo. De poco ha servido la reciente denuncia pública por el escándalo de precios en Almería cuando viajó el Madrid hace sólo unas fechas.

Javier Tebas, tan sensible a estas cuestiones sociales, debería tomar cartas en el asunto cuanto antes. Igual que se habla de límite salarial para los futbolistas, ¿no podría poner tope en el precio de las entradas la propia Liga de Fútbol Profesional? Ya sé que muchos hablarían entonces de intervencionismo y de restringir el libre mercado, pero cuando esa libertad se utiliza para abusar del cliente, alguien tiene que frenarlo. Por lo pronto no me extrañaría que se repita lo ocurrido hace unas horas en Pamplona, que los propios jugadores de esos equipos que se vuelven locos elevando los precios cuando llegan Madrid o Barça, denuncien públicamente la situación, intentado evitar que las gradas estén vacías. Esto es echar a la gente a patadas...