De Coubertin a Nelson Mandela

Juan Mora
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Las más bellas frases que se han podido escribir sobre el deporte las pronunció Mandela en la ceremonia de la primera edición de los Premios Laureus en el año 2000: “El deporte tiene el poder de cambiar el mundo. Tiene el poder de unir a las personas como pocas cosas lo pueden conseguir. El deporte genera esperanza donde sólo existe desesperación”. Mandela sabía bien lo que decía. Años antes había conseguido dar los primeros pasos hacia el hermanamiento de las razas en su país gracias al Mundial de rugby. Desde entonces se convirtió en el más firme defensor del deporte como instrumento social. Los Laureus se inspiraron en su doctrina, inmortalizaron su mensaje y la Fundación de los premios convirtió a Mandela en el nuevo Coubertin.

Coubertin recuperó los Juegos como confraternización de los jóvenes estudiantes. Después extendieron su anuncio de paz por el mundo, pero tuvieron que interrumpirse dos veces por las guerras y sufrieron hasta tres boicoteos por diversos conflictos. Ahora son, simple y llanamente, un negocio. Un siglo después, Mandela dio otra visión del deporte, en absoluto comercial. Y medio centenar de embajadores de Laureus, todos ellos grandes campeones, se pusieron a recorrer los países más desfavorecidos para reclamar la atención sobre la difícil situación que viven los niños. Así se han sacado adelante 150 proyectos. La fuerza del deporte, como dijo Mandela, lo permite. Él ya no está, pero su mensaje seguirá vivo. Los Laureus le han inmortalizado.

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