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El aventurero que hizo populares a los Clásicos

Conocí a mi amigo Fernando Argenta gracias a Boccherini. Se me ocurrió acompañar una secuencia de un documental de Al filo sobre nuestra primera expedición al K2 con la famosa pieza de este compositor, italiano por nacimiento y madrileño por pasión, titulada “la Ritirata notturna di Madrid”. Y Fernando tuvo la amabilidad de comentarlo elogiosamente en su ya por entonces aclamado programa “Clásicos populares”. Cuando me acerqué para agradecérselo a la Casa de la Radio, a pocos metros de donde nosotros teníamos el despacho del programa, me encontré con una fuerza de la naturaleza.

Hay quien en este negocio de los medios de comunicación consigue crearse un personaje que nada tiene que ver con su verdadera personalidad. Fernando no era así. Toda la energía, la bondad, la alegría y el buen humor inteligente que trasmitía por las ondas continuaban intactas cuando la luz roja del estudio se apagaba. Desde entonces mantuvimos una entrañable amistad durante la que yo no dejé nunca de admirar su forma de vivir con pasión lo que hacía porque lo amaba. Sin fisuras ni dudas; sin dejarse desalentar por las estupideces y desaires de algunos de sus superiores jerárquicos, que nunca lo fueron –ni siquiera se acercaron- en talento y entrega al trabajo. Y, creo, esa pasión contagiosa es lo que más atraía a sus oyentes, quienes, generación tras generación, disfrutaban o descubrían al cura pelirrojillo Vivaldi o al prolífico, en obras y vástagos, Bach.

Fernando fue también, de alguna forma, un aventurero porque supo mirar de otro modo un territorio, el de la “música culta”, despojándolo de rancia solemnidad para redescubrirlo a sus conciudadanos con la voluntad de que lo disfrutasen sin miedo ni complejos. Y es que ambos compartíamos un común convencimiento de que lo que hacíamos lo hacíamos porque era por y para una radiotelevisión pública al servicio de la sociedad que la sostiene. Los vendavales políticos -estos sí insoportablemente rancios- que asolaron RTVE le arrebataron los micrófonos y las cámaras como a tantos de nosotros, dilapidando así un talento y una experiencia únicos como eran los de Fernando. Sin él nada fue lo mismo. Pero tamaña insensatez no podrá acabar, como tampoco lo hará la muerte, con lo que Argenta dejó sólidamente sembrado para la cultura de este país. Éramos muchos los que le queríamos y le seguíamos. Y los que le recordamos ahora. Su ejemplo es el mejor para todos los que seguimos pensando que se puede hacer buena radio y televisión y además ser divertidos. Te echaremos de menos Fernando.