El Atlético sigue sin fallar. Partido a partido va a llegar el final de la primera vuelta y por el Calderón todos sueñan con la Liga y la Champions. Ni siquiera entramos en discusiones de si lo bordamos, de si tenemos a los mejores del mundo o de si hay que jugar de una manera u otra, ya que tenemos claro que somos el equipo más reconocible de toda Europa y que los rivales nos respetan como a uno de los grandes. Los récords deportivos se siguen acumulando y quizá lo más importante es la tranquilidad que se respira por el Manzanares. Las broncas bizantinas, los traspasos o las salidas y los aumentos de sueldo se lo hemos dejado a los galácticos. Ya incluso ni conocemos lo que es una borrasquilla por el Calderón, algo tan habitual en los años de Gil. Ahora tiramos de calendario, soñamos con los seis puntos ante Valencia y Levante en casa y tomarnos así las uvas como líderes de la competición. Pero siempre bajo las directrices del cholismo: ser humildes.

Además, los todopoderosos lloran porque hasta los árbitros nos respetan. La solución es fácil: ningún colchonero habla de los colegiados. Nuestra única obsesión es seguir mejorando, convertir al once titular en uno de internacionales como sucede ahora mismo, salvo el caso de Gabi, que partido a partido se está ganando la llamada de Del Bosque. Este Atlético sigue haciendo historia y nadie quiere bajarse del tren. Hasta el Consejo está manejando planes de futuro que le permitan tener los euros necesarios para codearse con los dos cocos de la competición. Al final, el Atlético se acostó anoche colíder y es el único equipo de nuestra Liga que sólo ha perdido un partido oficial este año: ante el Espanyol.