El deporte como escaparate

Juan Mora
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De unos años a esta parte, los países del Golfo Pérsico se nos han hecho familiares a costa de organizar grandes competiciones deportivas. Azerbaiyán, 1.500 kilómetros al norte, empieza a unirse a ellos. Sus bolsas de petróleo se lo permiten. Hay dinero para todo. Por eso, Bakú, la capital, se dispone a mostrarse al mundo con la celebración de la primera edición de los Juegos Europeos. Azerbaiyán, como antigua república soviética, es geográficamente país europeo, pese a que está más allá de Irak. Se sitúa a 1.800 kilómetros de Estambul, 2.000 de Moscú y 4.500 de Madrid. A ninguna delegación le supondrá un quebranto económico competir allí. La organización de los Juegos corre con los gastos de todos los participantes.

Nacerán así unos Juegos que van hacer tambalearse a los Mediterráneos, cuya próxima edición, por cierto, corresponde organizar a Tarragona. Éstos serían en 2017, y presiento que serían un alivio para la ciudad que se suspendieran. El futuro de los Europeos es igualmente imprevisible, porque no nacen de una necesidad deportiva —el calendario europeo de alto nivel se encuentra saturado—, sino de una ensoñación política, surgida primero en Valencia y recogida después por Bakú, que ha encontrado en el deporte la mejor plataforma para darse a conocer. Los Juegos Olímpicos le vinieron grandes —de momento— y no pasó el corte para los de 2016 y los de 2020; los Europeos, en cambio, los tenía ganados de antemano. No hubo más ciudades candidatas.

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