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La Fórmula 1 necesita más emoción

Lamentar la superioridad abrumadora de Sebastian Vettel podría interpretarse como un ataque al talentoso tetracampeón alemán. No es ésa la cuestión sino el poco beneficio que una hegemonía tan aplastante le hace a la Fórmula 1, la ejerza el piloto que la ejerza. La segunda mitad de este Mundial se ha convertido en un monólogo capaz de dinamitar el interés y la emoción en los grandes premios, con esos ochos triunfos enlazados del líder de Red Bull que dicen todo de su dictadura. Además lo preocupante no sólo es que gane el de siempre, lo más grave es cómo lo consigue: sin oposición, sin incertidumbre, sin espectáculo más allá de su ritmo demoledor. Un GP de Estados Unidos que en su mayor parte rozó lo soporífero ha sido el ejemplo más reciente…

Personalmente no es que me moleste que Vettel arrase, estaría diciendo exactamente lo mismo si semejante baño lo protagonizara Fernando Alonso. En ese caso, claro está, los éxitos de un español compensarían en parte tanto aburrimiento, pero sin que ello supusiera que las carreras continuarían siendo un auténtico tostonazo en muchas ocasiones. Por eso hay que confiar en que la nueva reglamentación para 2014, en la que tantas esperanzas estamos depositando en muchos sentidos, traiga también una mayor alternancia en la lucha por el triunfo. Ojalá sea un gran año para Alonso y Ferrari, pero sobre todo debemos esperar que la rivalidad se incremente por el bien de una especialidad que necesita, como cualquier otra, del espectáculo para su supervivencia.