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La satisfacción del deber cumplido

Madrid

Las expectativas se vieron sobradamente satisfechas y pudimos disfrutar de un inolvidable domingo de carreras en el circuito Ricardo Tormo. Una fiesta del motociclismo, una exhibición del deporte español que sirvió para coronar a dos nuevos campeones en otra temporada para la historia, como aquélla de 2010 en la que, por primera vez, nos sentimos en la cima del mundo con un pleno de títulos. Pero al margen de esa alegría de valor incalculable (algún día la echaremos de menos), en Cheste también he podido comprobar cómo la satisfacción del trabajo bien hecho puede convertirse en un consuelo precioso para quienes no alcanzan la excelencia del triunfo. Me gustó mucho comprobar que los perdedores, por llamarles de algún modo, vivían su propia alegría desde el convencimiento de haberlo dado todo.

Desde luego que la victoria es el objetivo primordial de cualquier deportista, pero no así el sentido único, exclusivo, de su pasión. A Rins, Salom y Lorenzo les hubiera encantado, nadie lo duda, estar ayer en la piel de Maverick y Márquez. Pero asumido que no pudo ser así, la grandeza de la competición es entender que se ha cumplido con la parte propia del acuerdo, que no han existido renuncias ni debilidades en términos de dedicación, entrega, esfuerzo, abnegación o voluntad... Y en eso sí que tenemos cinco campeones, puede que incluso alguno más este año (gran campaña de Rabat y Pedrosa), así que debemos sentirnos orgullosos de que estos chicos sean de los nuestros y que en este privilegiado entorno la palabra crisis suene algo menos agobiante.