Sobre premios, reformas, cainismo y arrepentidos

La gran competición de ruta ha echado ya el cierre de la temporada, pero la actualidad rueda sin freno y en la última semana nos ha vuelto a inundar de noticias de elevada relevancia para el ciclismo.

Durante esta semana hemos conocido al ganador del Vélo d'Or (Bicicleta de Oro), que no podía ser otro que Chris Froome. Sus trece victorias, entre ellas el Tour de Francia, son credenciales más que sobradas para haber sido votado como el mejor ciclista del año. La clasificación de este premio discrepa bastante del resultado final del WorldTour, cuyo vencedor, Purito Rodríguez, figura décimo en las preferencias del jurado de Vélo Magazine. Hace tres semanas ya manifesté aquí mi opinión sobre que el catalán no había sido el mejor en 2013, e incluso tengo dudas de si ingresaría entre los cinco más destacados (ahí deslizo también los nombres de Nibali, Cancellara, Rui Costa y Sagan). El WorldTour premia en demasía la acumulación de puestos, por encima de lo que debe ser el objetivo principal en una competición: la victoria. Dicho esto, tampoco creo que la décima plaza haga justicia a la campaña de Purito. Al final, ni la aritmética de la UCI ni la subjetividad de Vélo aciertan de lleno, aunque, puestos a elegir, al menos esta vez sí me ha parecido más fiable la conclusión de la votación en sus primeros puestos.

También hemos conocido en estos días, gracias a la información exclusiva de Velofutur, por dónde camina la reestructuración del ciclismo profesional por parte de la UCI, que acabaría con el concepto actual del WorldTour (antes ProTour) para establecer algo así como una liga de ascensos y descensos (con muchos más matices, por supuesto). La reforma, si se cumple en estos términos, obstaculizaría a los equipos de nueva creación, que nunca empezarían más allá de Segunda División. Esta normativa perjudicaría a la futura escuadra de Fernando Alonso, que no tendría garantizada la presencia en el Tour. La UCI ya puso trabas este mismo año al nacimiento de este equipo en la élite, al contrario que en su día hizo con el Leopard del millonario Flavio Becca o el Orica australiano. Creo que la UCI tendría que buscar alguna fórmula para allanar el camino a los proyectos que aterricen con dinero, ilusión e ideas nuevas, como es el caso del doble campeón mundial de Fórmula 1. Porque me temo que si se sigue encontrando con esta falta de facilidades, al final se va a terminar por cansar. Y no parece que el ciclismo esté en disposición de cerrarse puertas o de dispararse en el pie de este modo. En cualquier caso, me da la impresión de que la reforma de la UCI no está aún suficientemente madura, así que ya habrá tiempo de profundizar sobre el asunto.

Paralelamente hemos asistido al enésimo capítulo del cainismo en el ciclismo del País Vasco. El conjunto de empresas Ner Group pretendía hacerse cargo del equipo continental de la Fundación Euskadi y de la cantera vasca, con Jon Odriozola al frente, pero al final no ha habido acuerdo con la entidad que lidera Miguel Madariaga. Si uno se pone a rebobinar, no muy lejos encontramos la salida de Madariaga del Euskaltel, la empresa de telefonía que creó un nuevo proyecto para navegar en la élite, incluso si para ello había que traicionar a la tradición y fichar a extranjeros mediocres. Sólo duró un año la ambición, porque el nuevo accionariado decidió que ya no le interesaba el ciclismo, casualmente a la par que dejaba de recibir subvenciones públicas. Sin la Administración, sin Euskaltel, sin la Fundación Euskadi y sin Ner Group, el ciclismo vasco puede continuar tranquilamente devorándose a sí mismo mientras que deja tirados a sus jóvenes en las cunetas de la sinrazón.



Y para cerrar el repaso semanal: Rydel Hesjedal y su arrepentimiento. Su caso me genera muchas contradicciones. Estoy convencido de que las autoridades deportivas tienen que abrir puertas de liberación a los arrepentidos. En concreto el ciclismo, donde la trampa ha estado tan enquistada, necesita cerrar su pasado y sólo lo puede hacer desde la verdad... Pero tiene que ser desde una verdad completa y transparente, porque el peligro actual es llenar el deporte de medias verdades: "Me dopé aquel año, pero este otro no", y cosas por el estilo. Diferenciar a un arrepentido de un caradura no va a ser tarea fácil en los tiempos que corren. Y no me refiero a las motivaciones que llevan a alguien a confesar, que pueden ser muy variopintas pero todas ellas válidas para la lucha antidopaje siempre que sean veraces. (Cuando ya había terminado de escribir esta entrada, y al hilo de lo expuesto aquí sobre las 'medias verdades', leo que Michael Rasmussen acusa a todo el equipo Rabobankde doparse con "diferentes productos" durante el Tour de Francia 2007, donde él fue expulsado cuando iba a líder por haber mentido sobre su localización. Más contradicciones que me generan otra pregunta: entonces, si había un dopaje organizado, ¿por qué él lo hizo a escondidas?).

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