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Los jugadores no pueden ser forofos y los directivos tampoco

Soy aficionado al fútbol, profeso esa fe desde niño. Soy tan aficionado que me siento incapaz de distinguir si fue penalti una falta cometida por mi equipo. Y si mi equipo marca en fuera de juego y el gol sube al marcador, siento que el árbitro acierta y los que protestan se equivocan.

Soy un forofo. No serviría, pues, ni para entrenador ni para directivo, gente con distancia, dotados de raciocinio diplomático. Observo, sin embargo, que los entrenadores y los otros directivos actúan como forofos. Eso está desnaturalizando la relación del fútbol con el carácter institucional que se merece como deporte cada vez más oficial.

El último caso del forofo que ocupa un lugar importante en el manejo de fútbol es el de Blatter, presidente de la FIFA. Su lamentable descripción de las actitudes de uno de los jugadores más importantes del mundo, Cristiano Ronaldo, se parece peligrosamente a la que le haría gracia a otros forofos de los que se desfogan en la grada cada jornada.

Cito mucho lo que una vez me dijo Michael Robinson. Me dijo el exjugador y ahora experto comunicador que cuando él interviene en los medios no puede hablar como un forofo. No puede actuar como un hooligan que se burla del contrario.

Blatter hizo eso, convirtió a Cristiano Ronaldo en su contrario y él mismo adoptó el papel de forofo que se burla desde la grada.

Los directivos no pueden ser como aficionados. Recuerdo al expresidente del Barcelona Joan Gaspart, que se tenía que sentar en la grada. Era un forofo. He visto últimamente algunas reacciones del muy caballeroso entrenador del Real Madrid, Ancelotti. Sometido al tercer grado del Clásico, el técnico italiano explicó que su equipo había perdido por culpa del árbitro. Se comportó como un forofo, él mismo no se merecía esa actitud. Rectificó y regresó al papel que debe tener un entrenador, es decir, un directivo. Al árbitro le tienen que gritar los aficionados, no los directivos.

En cuanto a Ancelotti unas palabras más: él sabe que ese forofismo que le sobrevino no le va a poner más galones. Las directivas, e incluso los jugadores, son muy desagradecidas; en cuanto se les acaba el gusto por el recién llegado los llaman pasteleros o le reprochan falta de sentido común. Ha pasado, pasa y pasará. Porque los directivos se comportan como forofos, en lugar de adoptar el sitio que les corresponde en el rango: gente capaz de razonar por encima de los que somos simplemente aficionados.