Año y medio que ha dado para mucho

Jesús Mínguez
Nació en Guadalajara en 1973. Licenciado en Periodismo por la Complutense. En AS desde el año 2000, es redactor jefe de Más Deporte. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos y unos Paralímpicos, Grand Slams de tenis, Davis, Laureus, candidaturas olímpicas, política, dopaje o grandes combates de boxeo. Le gusta escribir de deporte y también practicarlo.
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La Agencia Estatal Antidopaje -el nuevo nombre es largo y feo, me disculpen- se pasó un tiempo firmando convenios insulsos con comunidades autónomas y federaciones semana tras semana. Sin proyectarse al exterior y sin resolver casi nada dentro. Su arma fue la Ley Lissavetzky del 2006, voluntariosa y loable, que introdujo la inducción al dopaje en el Código Penal pero que seguía dejando al albur de las federaciones la tramitación de los expedientes y las sanciones. El zorro cuidando del gallinero, véase el Atletismo de Odriozola, que algún ejemplo ha dado. Mientras, los cañones de la prensa internacional seguían apuntando con razón a España. Las trampas de algunos deportistas extendían sombras sobre una mayoría limpia. Hacían falta varios pasos más.

Y Cardenal se acordó de su profesora en Pamplona, Ana Muñoz. Ella, en año y medio, ha dotado a la Agencia de músculo e independencia. Lo primero que hizo fue ir a ver a la AMA y a EE UU, donde Tygart acababa de tumbar a Armstrong. La tomaron en cuenta. El dopaje es una mafia internacional que además mata (aquí hubo dos casos entre consumidores de gimnasio hace poco) y la AEA colabora más estrechamente con todas las policías, Europol e Interpol. Por la Ley del 2012, ha asumido controles (en los primeros cayeron tres atletas...) y sanciones. Como Muñoz ha sido eficaz, ahora el CSD la reclama para sacudir cierta caspa del mundillo federativo, acostumbrado a pedir pero no a generar e impulsar la Ley del Deporte Profesional. Ojalá vaya igual de rápido. Falta hace.

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