Nunca compartí la fobia que muchos mostraban hacia Hamilton en la temporada que coincidió con Alonso en McLaren. Para mí el problema no fue el piloto, sino el equipo. Lo que ocurrió fue sencillo, el torbellino del talento del británico pilló por sorpresa en Woking y no gestionaron con acierto la situación, entregando en bandeja el título a sus rivales. Pero el novato hizo lo que tenía que hacer, exactamente lo mismo que ahora Márquez en el Mundial de MotoGP: intentar demostrar que merecía un sitio entre los grandes, entre los mejores. Por lo demás, Hamilton me parece un piloto excepcional y con una cualidad que valoro por encima de algunas otras en cualquier deportista: su capacidad de aprender de los errores.

A menudo, los que apuntan a la élite afrontan una vida un tanto precipitada, en la que la madurez llega a medida que van sucediéndose los acontecimientos, sin tiempo apenas para el aprendizaje, la reflexión o la rectificación. Por eso creo que es importante que estos jóvenes campeones tengan la voluntad y la habilidad para sacar una lectura enriquecedora de cuanto les va ocurriendo. No todos están preparados para ello, pero diría que Hamilton sí. Él mismo se refiere con cierta frecuencia a esa madurez que menciono, a lo mucho que ha cambiado en estos años, a sus tropiezos y las lecciones que ha sacado de ellos. Esa perspectiva no sólo le hará mejor piloto, también mejor persona. Así que yo no fui de los que tuvieron tanta manía al inglés que le arruinó un título a Alonso (y no me refiero a Ron Dennis), pero ahora todavía mucho menos, más bien al contrario…