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Diego Costa: jugar al ataque y vivir a la contra

Lo que sigue es un viaje a la cabeza de Diego Costa, rizos incluidos. La foto sirve de excusa porque es un símbolo, la imagen que debería llevar nuestro protagonista en el pasaporte: Diego Costa tensa la cuerda sin que sepamos quién tira del otro lado.

Esa tensión entre la voluntad y el destino es constante desde sus primeros pasos. Fue bautizado como Diego en honor de Maradona (su hermano se llama Jair por Jairzinho), pero en su infancia no pasó del fútbol callejero. Cuando dio por terminado el sueño de cualquier niño y se puso a trabajar, le llegó la oportunidad: jugar por vez primera en un equipo organizado, el juvenil del Barcelona de Ibiúna. De allí saltó a Europa, pero no fue para triunfar, sino para tener paciencia. El fichaje por el Atlético, con 18 años, volvió a ser otra gran noticia con letra pequeña. Diego estuvo cedido al Braga, Peñafiel, Celta, Albacete y Valladolid. Cumplida la mili y de regreso al Calderón, se rompió el ligamento cruzado anterior y menisco de la rodilla derecha. Era julio de 2011. El resto es más reciente y resulta conocido: Rayo, Atlético y la cima del mundo, España o Brasil.

Acostumbrado a tanta adversidad, Diego Costa perdería el equilibrio si no tuviera una fuerza en su contra, una cuerda en tensión. Le estimulan las dificultades porque le han hecho más fuerte. De ahí su entusiasmo al chocar contra los centrales o al jugar en el Bernabéu.
El dilema llega ahora, en el presente estado de felicidad. De repente Costa debe elegir entre lo bueno y lo mejor. Lo que para otro sería un placer para Diego resulta un problema. Las personas como él desconfían de los caminos fáciles porque jamás han transitado uno. Nada desconcierta tanto a un guerrero de su clase como el amor repentino y chorreante.
Planteado en términos de dificultad, jugar con Brasil sería más fácil que hacerlo con España y quién sabe si más productivo: la seleçao es favorita. Además, por fin, sería reconocido en su país. Gloriosa jubilación en Lagarto.

Detalle. El plan Scolari parece perfecto, pero olvida un detalle: la cuerda. Diego Costa la necesita para ser Diego Costa. Los obstáculos, la crítica, el aire fresco del huracán en contra. Todo eso que tanto valoran los rebeldes en general y los atléticos en particular.