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Al Tour le sobra monotonía

Será porque la Vuelta nos ha acostumbrado mal, pero su recorrido no tiene que envidiar al del Tour que se presentó ayer. El del Tour no es que esté mal, en absoluto, con sus montañas de los Vosgos, de los Alpes y de los Pirineos. Hasta tiene pavés y, por supuesto, la crono. Sólo una, pero larguísima y al final. ¿Qué le falta entonces? Mejor, que le sobra. Le sobra monotonía. Son seis llegadas en alto, una de montaña que acaba en llano, una de pavés, la crono, otra etapa de media montaña siendo muy generoso y... ¿las otras once etapas? Las otras once no tienen nada. Luego podrá salir una escapada y armarse la marimorena, pero eso no está en el guión. Pues una gran vuelta con más de la mitad de las etapas de trámite es mejorable.

Es lo que ha hecho la Vuelta y le va de maravilla. El ciclismo necesita telespectadores, y sólo se consiguen si las etapas presentan algún atractivo. Los espectadores a pie de cuneta siempre estarán ahí, porque el paso de los corredores quedará como un acontecimiento, pero a los telespectadores no se les puede ofrecer etapas prescindibles, como son a priori más de la mitad del Tour 2014. Dicho esto, tiene una cosa buena: las etapas que acaban en alto son cortas y propician la lucha desde el inicio. Con una media de 161 kilómetros -la hay de 125- invitan a verlas de principio a fin. Pero se echa en falta más picante. El Giro presentó nueve finales en alto y la Vuelta prepara diez. Hay una diferencia. Compiten con otros deportes, mientras el Tour está solo en julio.