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TIERRA DE AVENTURA

Luchar hasta el final por lo que deseas

Actualizado a
Luchar hasta el final por lo que deseas

En las Georgias del Sur sólo hay dos tipos de tiempo meteorológico: el malo y el aún peor. Nosotros nos estamos encontrando la segunda de las opciones en todo su brutal esplendor. Tras tener que desistir de llevar a cabo la travesía que nos hemos propuesto por una furiosa tormenta, optamos por dirigirnos a Grytviken mientras esperamos que los cielos nos den una tregua. Nos encontramos con un pueblo fantasma de edificios medio derruidos y vencidos por el viento y la herrumbre. Cuesta imaginar que hace poco más de cien años esto era una próspera y bulliciosa estación ballenera donde sus muchos habitantes entretenían sus supongo que pocas horas de ocio en un cine y jugando en una liga local de fútbol. Su nombre se lo puso, en los primeros años del siglo XX, su fundador, el noruego Carl Anton Larsen, quien se había nacionalizado británico para sacar adelante el negocio de aceite extraído de ballenas, morsas, focas e incluso pingüinos que puso aquí en marcha, y con notable éxito, junto a su mujer, tres hijos y unos cuantos trabajadores también noruegos.

Subimos al monte Duse Fell para contemplar la base ballenera como lo hiciera Frank Hurley, el fotógrafo de la expedición de Shakleton que logró milagrosamente salvar muchas de las fotografías que fue tomando, entre ellas de Grytviken. En lo que un día fue la casa del jefe de esta estación encontramos un pequeño museo donde se atesoran fotografías y otros objetos referentes a aquella industria, la exploración y colonización de la isla y también, por supuesto, a la presencia de Ernest Shakleton y sus hombres en esta isla remota donde comenzó y terminó felizmente, en 1916, su increíble aventura. Grytviken fue el lugar elegido por su esposa para que reposasen los restos de Shakleton, quien moriría en alta mar, el 5 de enero de 1922, mientras dirigía una nueva expedición con destino a la Antártida. Su tumba la señala un sencillo bloque de granito y como epitafio una frase del escritor Robert Browning: “Yo sostengo que un hombre debe luchar hasta el final por aquello que desea en la vida.” Sin duda, Ernest Shakleton lo hizo. Allí hemos dejado dos objetos. Uno es una púa de mi amigo Pancho Varona que se ha comprometido a interpretarme la “canción de cuna” de Brahms que sonó durante el funeral de Shakleton. Juanjo se ha traído desde España una lata de excelente tabaco de pipa. Cuando las cosas se pusieron realmente difíciles y ya habían perdido su barco, triturado por el hielo antártico, Shakleton y sus hombres tuvieron que deshacerse de todo lo que no fuera absolutamente imprescindible para no sobrecargar las chalupas en las que intentaban sobrevivir. Entre lo que dejaron abandonado estaba el tabaco, uno de los pocos placeres que se habían podido permitir hasta ese momento. Tras la emocionante visita a la tumba de Shakleton hemos realizado una travesía de dos días de los glaciares Heaney y Nordenskjöld que ha resultado bastante dura pues, sobre todo el primer día, el viento era tan fuerte que incluso nos tiraba al suelo. Pero llegar a la bahía de Nordenskjöld y ver el cómo el glaciar se despeñaba en un mar oculto por el hielo hizo que todo mereciese la pena. Ahora que ya estamos en Possesion Bay, ya sólo nos queda esperar a que por fin podamos realizar la travesía tras las huellas de Shakleton.