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Los títulos se ganan… tan sólo cuando se ganan

Madrid

Me irritó bastante que algunos criticaran a Red Bull por no facilitar una victoria de Webber en Japón en detrimento de Vettel, esgrimiendo como argumento un gesto de generosidad de la escudería porque el alemán ya tenía su cuarto título en el bolsillo. Error pensar así, grave, impropio de quien haya visto las carreras necesarias. Porque los títulos sólo se ganan… cuando se ganan. Sí, quizá suene a perogrullada, pero a menudo los aficionados y la Prensa lo olvidan, no así los pilotos y los equipos, ellos sí que conocen el verdadero valor de la victoria. Porque ni Vettel es aún campeón del mundo de Fórmula 1, ni tampoco Márquez lo es de MotoGP, aunque también en este caso muchos lo dieran ya por hecho. Y lo que ha pasado en Phillip Island es sólo una muestra más de que tales atrevimientos suelen conducir al equívoco, incluyendo la caída de Redding que le puede costar la corona de Moto2.

No quiero darle muchas vueltas al fallo garrafal del equipo Repsol-Honda, es evidente que no requiere demasiado análisis a la vista de su magnitud. Es algo inadmisible en una escudería de este prestigio y experiencia, pero la reflexión a la que me lleva lo ocurrido es lo incierto de los desenlaces en el mundo del deporte. Cuando menos se espera, surge un imprevisto y todo lo esperado se va al traste. A menudo me atribuyen un exceso de prudencia en mis pronósticos, poco atrevimiento a la hora de pronunciarme sobre una competición. Pero es que durante 25 años siguiendo carreras profesionalmente he visto tantas cosas… Jamás diré que una victoria o un título estén hechos hasta que realmente lo estén. Todo cambia en un instante, en un parpadeo, de la forma más inverosímil e incluso sin explicación alguna. Especialmente en disciplinas en las que la frontera entre la gloria y la derrota es apenas imperceptible y de una fragilidad preocupante.