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España: a Costa de nada

Aún dicen en la puerta de embarque de los aeropuertos que pasen primero los pasajeros con necesidades especiales y todos se agolpan para entrar a la vez. Las frases pierden significado y la gente trata de aprovecharse de la confusión. Seleccionar a Diego Costa sería como colarse en la fila, una pillería de las suyas? No es una necesidad para la selección pero es una ventana abierta con ruido y viento al otro lado, un túnel oscuro en el parque de atracciones, un reto sugerente, un complemento sin descuento. Costa tiene a más gente en contra en España que a favor en Brasil. Muchos de los que no le aceptan por su origen en la campeona del mundo son de los que cambian cada año de nacionalidad de empleada de hogar. También los hay madridistas de antigua y renovada rivalidad, fundamentalistas del toque, sacerdotes del decoro y la otra mejilla, asturianos pro Guaje, o Michu o el propio Negredo.

Del lado del jugador quedan estadísticos, resultadistas, el interés de Del Bosque y gente a los que cuanto más mesnadista, jornalero, solitario y pragmático parece Diego Costa, más nos pone su convocatoria. Las colonias que lograron su independencia con el liderazgo de hijos y nietos de burgueses de la metrópoli, los ejércitos del primer mundo copados por inmigrantes y las guerras ganadas con contratistas y mercenarios en primera línea del frente hacen campaña sentimental a favor de Diego Costa. Verlo en Maracaná con España ante Brasil sería una discordancia festiva y apasionante, un parto en un tanatorio.