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La aventura de volar y el flamenco

No parece posible unir flamenco y salto BASE en una misma frase pero sí que lo es en una misma persona. Un tipo de cabeza despejada -por dentro y por fuera- te recibe con gesto amable a la entrada del más antiguo tablao flamenco del mundo: el Corral de la Morería, en el corazón del Madrid de los Austrias. Es Armando del Rey, responsable de este auténtico templo del arte flamenco. Probablemente casi nadie de cuantos acuden a disfrutar del espectáculo y saborear la excelente comida que aquí se les ofrece, sabrán de la otra vida de Armando, la que tiene que ver con el riesgo y la aventura de volar como los pájaros utilizando un traje con alas.

Pudieran parecer contradictoras ambas vidas pero lo cierto es que conociendo en profundidad a este hombre y disfrutando del espectáculo que ofrece en su local todo cobra sentido. En ambas hay pasión, genio, emoción -la que envuelve cada actuación y cada uno de sus vuelos en libertad-. Hay amor por la aventura que entraña vivir el momento con fiera intensidad. No son buenos tiempos para Armando, que aún está asumiendo la reciente pérdida de su compañero y amigo de muchos años Álvaro Bultó en un accidente en los Alpes suizos. Ambos han sido pioneros en nuestro país del salto BASE utilizando un traje con alas, una modalidad de salto al vacío desde cumbres o construcciones elevadas en la que el traje que llevan les permite volar mientras descienden de regreso a la tierra. También han realizado vuelos con la misma técnica que han supuesto grandes travesías, entre otras la del estrecho de Gibraltar. Ambos formaban parte del grupo Proyecto ALAS y, en definitiva, eran experimentados practicantes de una actividad extrema en la que el grado de riesgo es muy alto. Buena prueba de ello ha sido este aciago verano en el que en, tan sólo unos pocos días, ocurrieron siete accidentes mortales, entre ellos el de Álvaro.

Están muy equivocados los que, sólo informados a base de titulares sensacionalistas, se apresuran a tildar de dementes a quienes aman volar libres o se entregan a lograr alcanzar una cumbre o se sumergen en las profundidades del océano en busca de sus misterios. Pocos tratan de controlar los riesgos antes de dar el primer paso hacia lo desconocido. Pero saben que el azar es incontrolable. Y eso es lo que lo hace tan atractivo. Espero que el próximo verano pueda acompañarnos a ver nuevos retos en el Karakorum. Son momentos peligrosos que pueden convertirse en una amenaza pero también te ofrecen momentos únicos, ya sea, como le ocurre a Armando, sobre un tablao flamenco o surcando el cielo como un pájaro.