El bronce no seduce a las masas
Orenga y el futuro. Juan Antonio Orenga ha sido estos días diana y punching bag de la mayor parte de las críticas. Su primera experiencia como entrenador jefe con la Selección (entrenó hace ocho años al Estudiantes durante quince partidos en Liga ACB) ha ofrecido contrastes y debate. No ha recibido ni un solo comodín por su condición de rookie. Reconozco que aunque fui compañero suyo un año en Canal +, he descubierto en Eslovenia con cierto agrado su ecuanimidad, su cuidado e interés por la gestión de grupo y sobre todo su templanza, cualidad que considero prioritaria en mi valoración de los entrenadores. No le suspendería en la nota final ni le pondría sobresaliente, y él no pediría revisión de la nota y empezaría a estudiar al día siguiente con vistas al siguiente examen. A partir de ahora se opinará y se tratará sobre su continuidad o salida del equipo. Soy de los que creo que la opinión más importante, la más decisiva, debe ser la de los jugadores. Sospecho que así ha sido en otras ocasiones y así debe seguir siendo, teniendo en cuenta las condiciones concretas de lo que hoy en día es la Selección y la influencia sobre ella del mundo NBA.
La necesidad fue virtud. Nadie conoce su propia fuerza hasta que no se ha encontrado con la necesidad. Francia llevaba diez años incendiando la necesidad de ser campeón continental y unos cuantos años alimentando la necesidad de superar a España. Parker, Diaw y Pietrus soportaron y condujeron todo el proceso. Francia ha ganado con un gran sentimiento colectivo, una fantástica química interna y una exhibición táctica y directiva de su entrenador, Vincent Collet. Parker, el MVP, llevaba toda una vida soñando con devolver a su país lo recibido.