La vista siempre en la pelota

La vista siempre en la pelota

Es verdad que la leyenda le concede al Atleti querencia republicana, que su escudo ha evitado el aire a despertador y que por culpa del vecino su gente conserva cierta aversión semántica al término real. Pero también que entre su hinchada, no está claro si por convicción o accidente, figura un principito heredero corazoncito de colchonero. El mismo que hoy abre las puertas de la Zarzuela para recibir a un Atlético creciente y feliz, 110 años cumplidos, que juega finales y las gana. Y que sujeta su saludable presente en una enfermiza obsesión por no alejar los pies del suelo ni levantar la vista del próximo partido, por no perder la atención sobre lo sustancial: la pelota.

De alguna manera, el encuentro de este mediodía, un día antes de jugar en Valladolid, es una amenaza de distracción. Los rojiblancos han rodeado estos actos de celebración y palmadas de un histórico halo maléfico, sus pequeñas coartadas para la fatalidad. Al menos en el Atlético de antes del Cholo. Así que más allá de la festividad de la ceremonia, la visita es otra oportunidad de certificar que el pupismo hoy ha desaparecido. El fútbol por delante de lo esotérico.

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