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Cuando el jugador es mercancía

El fútbol no es una ciencia exacta. Ni atiende a razones ni admite comparaciones. La regla de tres era que si Isco costaba 30, Ander Herrera no podía valer 36. Pero ya se sabe que la desesperación de los dirigentes dispara los precios. Hace dos días, me leyeron que el bilbaíno se quedaba en el Athletic y ayer por la tarde, que se marchaba al United. Hubo un tercer capítulo nocturno, de película de Berlanga, incluso la BBC aireó anoche que los presuntos enviados del club inglés a la Liga pudieron infiltrarse para llevarse una comisión de la operación.

Al final, a Herrera le han dejado con el trasero al aire en Bilbao, donde aún tiene un contrato hasta 2016 que probablemente deberá cumplir. Lo que parecía una magnífica jugada para el futbolista, que se iba con un buen dinero a una entidad tremenda aunque dejase en San Mamés un proyecto a medias, ha supuesto un revés para su imagen. A buen seguro que, inteligente como es, Ander le da la vuelta y consigue que la afición crea en él. Los niños rojiblancos estaban abatidos por su marcha, ya que es uno de esos cracks a los que agrada ver por fantasía. Herrera ya sabe que ha sido utilizado como pura mercancía. El Athletic nunca le hubiera hecho eso. Tome nota.