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¡Qué caras son las medallas!

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Eusebio Cáceres, el Saltamontes de Onil como le bautizó Juan Manuel Bellón, se quedó sin medalla. ¡Por un centímetro! Un centímetro es menos de lo que mide una moneda de un céntimo. ¡Nada! Es comenzar el talonamiento un centímetro más cerca, es alargar un centímetro el último apoyo, es ganar un centímetro en la batida sobre la tabla, es elevarse un centímetro más en el salto, es extender la pierna un centímetro más, es dar un centímetro más al golpe de riñones, es girar los brazos en el aire un centímetro más allá, es batir en la arena un centímetro más lejos, es que sople la brisa a favor cuatro milésimas más por centímetro. Apenas nada, pero son también tantas cosas a la vez. Por eso, ¡qué caras son las medallas!

Ahora ya no hay un Powell que salte 8,95 metros. O un Lewis que salte 31 veces más de 8,50. Ni siquiera un Pedroso, que lo hizo 21 veces. Saltar ahora más de 8,50 es oro seguro; fue lo que hizo Menkov. Los demás, a repartirse la plata y el bronce centímetro arriba, centímetro abajo. Ayer fueron Gaisah y Rivera; mañana serán Cáceres y otro. Cuando un podio se resuelve por tan escasa diferencia, el resultado es cuestión de detalles. Esta vez jugaron en contra del Saltamontes de Onil. Otro día lo harán a favor. Así será por ley de vida. Porque es el más joven. Gaisah (30 años) ya está en regresión; Rivera (26) se encuentra en plenitud. Cáceres (21), como Menkov (22), acaba de llegar. Su posición de salida es cuarto del mundo. Un privilegiado.