El atletismo se examina
Arrancan los Mundiales de atletismo, una de las grandes competiciones del deporte que nos llega en un momento delicado. Por una parte, el atletismo sufre una crisis de credibilidad después de que en los 100 metros prácticamente sólo se haya salvado Bolt de los controles antidopaje; por otra, no sabemos si el atletismo español ha tocado fondo. De aquellas cinco medallas en 1993, 1997 y 2003 hemos ido descendiendo progresivamente: tres en 2007, dos en 2009, una en 2011. Además, entre los nombres de esos medallistas están los de Paquillo y Marta Domínguez; por si fuera poco, la presencia de Bezabeh y de Mullera en el equipo que compite en estos Mundiales no ayuda a mejorar la imagen del atletismo español.
Nuestro atletismo se encuentra en horas bajas y ojalá en Moscú levante cabeza. Pero mucho me temo que los generosos criterios de selección no ayuden. Son previsibles más decepciones que alegrías. En Moscú nos presentamos con 41 atletas y apenas tres opciones de medalla, no de ganar, con lo cual el margen de error es muy pequeño. Pero Odriozola ha cumplido su objetivo: llevar muchos atletas, incluso con mínima B, sirviendo a los intereses de la Federación Internacional (IAAF) para que pueda presumir de una alta participación. Es la manera de seguir perteneciendo al Consejo de la IAAF, lo cual da acceso a viajes y dietas. Así lleva desde 1999. Él viaja en primera y nuestro atletismo, en segunda.