Muchas cosas han cambiado en la vida de Cristiano desde que hace poco menos de un año, el 31 de agosto de 2012, el portugués hablase con Florentino en un despacho del Bernabéu para trasladarle su "tristeza". En aquel instante, Cristiano no se sentía integrado en el proyecto del club, no se veía valorado como merecía y su "tristeza" fue un SOS que el Bernabéu captó con sabiduría. La afición, consciente de que podía perder al mejor jugador que hayan visto sus ojos desde Di Stéfano, acompañó cada partido coreando su nombre, cantando sus goles con pasión y trasladándole ese cariño que no encontraba en los despachos. Por ahí empezó a encenderse una luz a la que los madridistas nos hemos aferrado para soñar con esa renovación, justa, necesaria y estratégica, de la que se habla mucho pero de la que vemos poco. Aquello fue hace un año y, afortunadamente, de aquella tristeza no queda nada. O casi...

El nuevo Cristiano es el que vimos en Miami. Gozoso, feliz de la vida con la pelota en los pies, compañero solidario,  cómplice con la grada y, por encima de todo, demoledor si hablamos de fútbol. En el Sun Life Stadium vimos la mejor versión de Cristiano RONALDO, verdadero y auténtico como el algodón, que nunca engaña. El chaval no quiere hablar de revanchas, pero le recordó a Mou el pedazo de jugador que se ha perdido. Con Cristiano, el Chelsea sería uno de los grandes favoritos para ganar la Champions. Pero juega en el Real Madrid y debería hacerlo por muchos años...

La afición está en pleno idilio con el crack. Las tribunas de Miami corearon su nombre, como si fuese el Bernabéu, tras su exhibición goleadora (de falta y de cabeza). De hecho, cuando se le lanzó un espontáneo, vestido con la camiseta del 7 y con el nombre de Ronaldo a la espalda, aceptó el abrazo del fan que durante un minuto creyó tocar el cielo. No hizo falta llamar a los agentes de seguridad. Cristiano dijo, como en el Camp Nou, tranquilos, no pasa nada. La gente quiere a Cristiano como nunca. Es el nuevo escudo y la bandera del Madrid del futuro.