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Algo que va más allá de la obsesión

A falta de títulos, Mourinho presume de ser un perfecto organizador de pretemporadas. Ahora resulta que el Madrid debe estarle eternamente agradecido por jugar un par de bolos intrascendentes en Estados Unidos y por pasarse una semanita en una universidad americana, que maldita la falta que hace irse tan lejos para coger el tono muscular. Vamos, que lo que siempre entendimos que era un capricho o manía que en el arranque de las temporadas se notaba para mal, ahora resulta que es una especie de El Dorado. El caso es tocar las narices. Y así será en los próximos meses.

Eso tiene un nombre: obsesión. Porque al portugués le encantaría seguir en el banquillo blanco pero supo hace tiempo que tenía la batalla perdida, en los despachos y también en el vestuario. Su pulso final con Cristiano fue definitivo, como definitivos fueron sus desplantes reiterados a la directiva en la última temporada. Sin Guardiola en el Barça, buscó los enemigos dentro y acabó escaldado. Y ahora sólo le toca intentar pasar factura para aliviar esa reiterada obsesión. La mejor respuesta es la indiferencia, algo similar a lo que hizo Cristiano hace unas horas en conferencia de prensa.  Eso escuece mucho...