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Francia no se inventa nada

La comisión de investigación del Senado francés presentó su informe sobre los trabajos que realiza para combatir el dopaje, y el ciclismo sale mal parado. Nada que no se supiera. Hablamos de 1998, el año que estalló el escándalo Festina y marcó un antes y un después en la lucha antidopaje. De ahí salió una Conferencia Mundial propiciada por el COI, la implicación de los Gobiernos en el tema y la creación de la Agencia Mundial Antidopaje. O sea, que no estamos hablando de un asunto menor, ni de algo que se hayan inventado los franceses para chincharnos, y mucho menos para acabar con el ciclismo y con el Tour, del que sienten orgullo. Lo que pasaba entonces era un secreto a voces; lo que tenemos ahora es la confirmación.

Algunos implicados se sorprenden al ver sus nombres; la Asociación de Ciclistas Profesionales se rasga las vestiduras por hacerse público el informe. Todo es más fácil de lo que piensan. La cuestión es si se doparon o no. Si se doparon, que lo reconozcan, y aquí paz y después gloria; si no se doparon, tendrán ganada la demanda por difamación. Lo que ya no cabe es la ambigüedad. Olano, por ejemplo, no puede lanzar un pulso al Senado francés -"tendrá que demostrarlo"- siendo director técnico de la Vuelta. En estos tiempos, y con su cargo, ha de dejar claro en qué lado de la línea está. Ser director -magnífico, por cierto- y confeso es compatible y ayuda al ciclismo. Lo que resulta incompatible es negar la mayor, porque pierde toda la credibilidad.