Brasil jugó otro partido diferente al de España. Desde el primer minuto fue a comerse al campeón del mundo. Sin tregua, con pulmones y piernas, los amarillos de Scolari tenían la orden de achicar, ahogar, presionar y desquiciar a los de Vicente del Bosque y al propio seleccionador español, que ni acertó con Mata en el once titular ni tampoco con los cambios, que fueron estériles.

Brasil se adueñó de la medular con Paulinho enorme y bajo el mando de Oscar. No había respuesta de La Roja, excepto en un coletazo de Pedro. Al descanso se mascaba una final trágica para los campeones del mundo, con Maracaná en estado de euforia.

En la segunda parte el gol inmediato de Fred cerró cualquier esperanza. España se intentó estirar y fue peor aún dar espacios a Brasil, porque apareció un gigante llamado Neymar que hizo cuanto quiso en los contragolpes, incluso buscando la roja a Piqué, que dejó definitivamente muerta a España.

Presión terrible. Casillas no podía sacar en corto porque Brasil achicaba desde los tres delanteros. Una presión total que cortó el circuito de pase.

Diablo Neymar. Imparable resultó el brasileño con espacios. Volvió loca a la defensa de España y provocó la roja para Piqué en una escapada.