Romojaro

Pirelli, víctima de su propia trampa

Raúl Romojaro
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Es fácil caer en la tentación de arremeter contra Pirelli por el bochornoso espectáculo de Silverstone. Sin embargo, tampoco me parece justo. Creo que su único pecado ha sido no coger el toro por los cuernos cuando fue preciso, andarse con paños calientes y tolerar que se llegase a esta situación. No es fácil para una empresa reconocer que se ha equivocado, pero debieron hacerlo en su momento. En lugar de darle vueltas a la conveniencia de cambiar los compuestos por las razones más peregrinas, lo inteligente hubiera sido admitir que era necesario por algo tan contundente como la seguridad y el debate se habría acabado. La FIA les hubiera autorizado a hacerlo, los equipos habrían tenido que resignarse a ello y se habrían evitado todos los líos consiguientes.

Pero, claro, para Pirelli no era un trago de buen gusto decirle al mundo entero que sus neumáticos de Fórmula 1, su máxima expresión de tecnología y prestaciones, eran peligrosos. Así que divagaron al respecto y buscaron soluciones de compromiso… que ya hemos visto en lo que han derivado. Y todavía debemos dar gracias porque los reventones en el GP de Gran Bretaña no produjeron ningún accidente grave, porque en ese caso el escándalo hubiera sido ya mayúsculo. Sin olvidar que la competición estuvo en un tris de suspenderse. La papeleta ahora es peliaguda, veremos cómo lo resuelven porque lo evidente es que algo así no puede repetirse. Está en juego la imagen de la Fórmula 1, el prestigio de la marca italiana y, ante todo, la integridad de los pilotos.

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